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sábado, 29 de mayo de 2010

Casandra y el Control

Casandra, algún tiempo atrás, pasaba sus días sentada en un aula. Su universo entonces no trascendía a mucho más que a las paredes del colegio y a las personas que ahí la rodeaban. Y hubo un día en que sus amigos, debido a que ella olvidó traerles los resúmenes que les había prometido ya por 5ª vez, decidieron no hablarle. El profesor terminó su lección y se quedó sola frente a su cuaderno.

Comenzó a pensar, comenzó a imaginar, tocada sin saberlo por lo que había pasado, en cosas imposibles que podrían cambiar su vida. Dibujaba en los márgenes maquinas para viajar en el tiempo y así evitar lo que había pasado. Pero la pobre era demasiado inteligente para dejarse soñar eso. No pudo evitar pensar que si viajaba al pasado para evitar que algo sucediera, no sucedería y por tanto nunca tendría un motivo para viajar al pasado y modificarlo, por tanto nunca habría viajado en primer lugar y los eventos sucederían…

Supo que lo hecho estaba hecho, pero eso no le evitó seguir imaginando. Debía haber una forma de modificar la realidad. Quería saber que estaban pensando, quería poder escuchar sus pensamientos, pero eso no le alcanzaría, podría simplemente escuchar algo que le gusta y seguir sin poder cambiarlo. ¿Cómo podría?

Dibujó un control remoto, corto y con un solo botón central. Dibujó también una mano que lo sostuviera y lo apuntara hacia adelante. Dibujó una persona alcanzada por el haz que salía del control, no era tan buena dibujando, así que simplemente imaginó su expresión. Pensó que esa sería la máquina que de existir, podría solucionar todos sus problemas. Un control remoto para la mente, un Control-Mental.

Escuchó el timbre y volvió a la cuenta de que estaba en el salón de clase, que estaba en el colegio y éste dentro del mundo real. Supo rehacerse a la idea de que era fantasía, que la realidad es dura pero hay que enfrentarse y que su mejor opción era ir a hablar con sus amigos, esa sería la única solución aunque fuera difícil.

La joven Casandra solía evitar esas situaciones incómodas antes de enfrentaras y decidió postergarlas para el próximo día. Mientras guardaba sus libros en su mochila, empujaba las cosas adentro para que hubiera lugar, entonces notó algo extraño. Sintió haber tocado algún costado de su calculadora dentro del bolso, pero recordaba haberla sacado durante el día. Miró de reojo, sin dejar de tocar el contenido de su mochila y comprobó que su calculadora seguía sobre el banco.

Sacó delicadamente ese objeto plástico y pequeño de su mochila. Ya nadie estaba en el aula, todos habían salido y nadie quería esperarla. Lo sacó de inmediato y comprobó al descubrir un pequeño foco al final, que tenía en sus manos un control remoto, aunque pequeño y con solo dos botones, uno encima del otro.

Simplemente no supo que hacer. Tenía en sus manos un control que no era el de su casa y no se parecía a ninguno que hubiera visto antes, demasiado chico, los botones no estaban numerados. De todos modos, aunque le costara creer, sabía precisamente que era ese objeto. Casualmente, lo había visto antes. Aún así, no era exactamente lo que había imaginado y se lo fuera, ¿Qué podía hacer con el?

Pensó en tirarlo, para evitar riesgos y que solo se quede en la imaginación. Pero si lo tirara y resultara ser lo que ella creía que era, entonces alguien podría encontrarlo y usarlo de manera nefasta. Debía asegurarse que, en primer lugar, fuera realmente ese control, ¿pero como hacerlo? Si funcionaba mal podría dañar a alguien, dejarlo sin memoria o retraso mental, después de todo, no conocía que hacían los botones. Ni aquellos a quien más odiaba merecían eso. Pensó incluso probarlo consigo mismo, pero de funcionar podría nunca saberlo o incluso nunca volver a ser quien era.

Casandra pensó y pensó y siguió sin saber que hacer. Nunca se había enfrentado a que su fantasía, de hecho, se volviera realidad. No era posible, aunque quisiera, que se hicieran realidad las cosas que imaginaba, lo sabía de sus experiencias de niña. Tuvo un baldazo de agua fría al comprender eso. Se calmó de golpe y entendió que eso no podía ser otra cosa que un simple control remoto. Para estar segura, apretó un el botón de abajo y no ocurrió nada.

Aún así, no sabía si llevarlo o no, evidentemente no era suyo. Revisó a su alrededor para ver si alguien se había olvidado algo más, para avisarle al día siguiente. Encontró solo la mochila de Nicolás Cobrenik, quien casualmente entró por la puerta. Casandra no se sorprendió, después de todo, no había pasado mucho tiempo desde que todos se fueron y entre que ella casi se muere del susto.

Nicolás fue por su mochila. Era uno de esos compañeros de grupo con los que Casandra se hablaba solo en los trabajos prácticos que le indicaban hacer con él y hasta la fecha solo había habido uno dos años antes. No tenía nada ni en contra ni a favor de él.

- Che, ¿esto es tuyo? – le dijo otorgándole el control – lo encontré por ahí.
- A ver – contestó Nicolás – nunca había visto ese aparato antes, pero era costumbre entre los argentinos meterse en cosas que no les corresponden y tratar de explicar cosas que ni conocen – No, no se que es.

Contestó sin soltar el aparato, lo seguía recorriendo con los ojos mientras Casandra pensaba en una coartada para no decirle lo que había pensado minutos antes. Le daba vergüenza confesar sus fantasías y no quería admitir (aunque fuera consigo misma) que no sabía como había llegado el control a su mochila. Mientras Casandra pensaba y disimulaba que pensaba diciendo incoherencias “eh…este…”, Nicolás quería verificar si los controles funcionaban. Apretó el botón de abajo sin notar que seguía apuntando hacia delante.

Casandra calló. Sus labios simplemente dejaron de moverse, junto con toda su cara que se volvió a una expresión vacía e indiferente, con los ojos abiertos y fijos en el horizonte. Sintió como sus brazos cayeron como cortinas. Su cuerpo entero se enderezó rígido y sólido, sin poder moverse en ningún sentido, salvo respirar. Aún así, de algún modo, siguió conciente.

Nicolás se quedó atónito frente al cambio drástico. Se quedó mirando un tiempo, pasó su palma frente a los ojos y comprobó que, de hecho, la muchacha no se movía. Casandra, dentro, estaba aterrada. Él tomó su tiempo para entender lo que pasaba, no era tan inteligente.

- ¿Qué te pasa?
Casandra no contestaba
- Che, decí algo.
La boca de Casandra se movió por si sola, sus labios se posicionaron y salió el aire de su garganta. Su voz tenue pero clara pronunció “Algo” y luego volvió a callar.

Tanto Nicolás como Casandra entendieron la situación. Ella no tenía ninguna voluntad en decir eso, ni siquiera lo había pensado, pero lo dijo porque él se lo pidió. Nicolás, cual buen científico, comenzó a investigar a costa de Casandra.

- Levantá el brazo derecho.
El brazo se elevó instantáneamente y se luego volvió a hacerse rígido e inmóvil como comenzó
- Parpadeá
Los ojos de Casandra se abrieron y se cerraron, obedeciendo el imperativo.

Nicolás comenzó a sospechar que quizás la chica le estaba haciendo un chiste. Pensó en como comprobar que de hecho estaba haciéndole caso, que de hecho estaba pasando algo raro. Decidió probar algo que, en condiciones normales, ni Casandra ni ninguna chica haría por su propia voluntad.

- Dejame tocar tus...lolas
Casandra empujó sus propios hombros hacia atrás y empujó su tórax hacia delante, dejando servidos sus pechos. Una terrible angustia recorrió sus pensamientos, un inmenso grito de “¡No!” que no podía ser pronunciado y mucho menos contestado. Nicolás, por su parte, solo se atrevió a tocar superficialmente su femineidad, luego la culpa recorrió su cuerpo y le ganó al placer. Por alguna razón, no se sentía bien tocando una teta. La soltó de inmediatamente.
- Dejá de hacer eso- dijo Nicolás esperando que Casandra despertara, pero no fue así
- Volvé a la normalidad – dijo, seguramente evocando algún dibujo animado que había visto alguna vez, pero seguía sin ocurrir nada
- ¡Despertá! – gritó desesperado. Luego, pensando detenidamente recordó el control remoto que seguía en su mano volvió a oprimir el botón de abajo.

Casandra, tan repentinamente como al principio, volvió a moverse. Comenzó tomando aire por la boca, que había estado cerrada. Bajó su postura erguida y movió sus brazos, cubriendo su pecho, mientras trataba de regularizar su respiración. Dirigió su mirada a Nicolás, quien la miraba a su vez con ojos grandes como platos y con un susto quizás mayor al de ella. Casandra se recuperó, lo miró de frente, le dijo “gracias” y le dio un puñetazo en el estomago, ya que, si bien se había arrepentido, había intentado violarla.

Nicolás cayó al suelo y ella aprovechó para recuperar el control. Por el momento, no estaba completamente racional por lo que le había ocurrido, simplemente actuó por instinto, apuntó hacia él y oprimió el botón de abajo. Nicolás se posicionó erguido y rígido tal como ella minutos antes, con la expresión vacía mirando hacia delante. Casandra quiso probar el alcance de su control.

- Olvidate de todo lo que pasó hoy- dijo y luego oprimió el botón de abajo.
Nicolás se recuperó y continuó su camino hacia la puerta, levantando su mochila, indiferente a Casandra, excepto por que al irse la saludó con un “Nos vemos mañana”.
Casandro lo supo. Era un viernes, no se verían al día siguiente. Nicolás había, de hecho, olvidado lo que había ocurrido en esas 24 horas y pensaba que era el día anterior. Siendo jueves, si se verían mañana. Casandra consideró la suerte de no haberle ordenado “olvídate de todo esto” y que nunca volviera al colegio o a respirar siquiera.

Salió del aula apurada, guardando el control en el fondo de su mochilla. Salió por el pasillo aledaño a su aula, pero corrió por el otro extremo, cuidándose de no encontrarse de nuevo con Nicolás. Llegó hasta la otra punta, al patio. Estando ahí concluyó en lo mismo que había pensado antes, si era el control que ella creía, no sabría que hacer con él. Ya había comprobado en carne propia que lo era.

- ¡Casandra! –gritó alguien en el fondo, estaba bastante vacío el colegio al terminar su turno, pero una voz la llamaba desde el patio
- ¿Es su nombre Casandra? – dijo la voz que resultó venir de un sujeto alto, de unos treinta años y vestido de traje
- Si – contestó sin entender demasiado y un tanto asustada, aunque después de lo de ese día, no estaba mucho más sorprendida
- Que bueno, por fin la encontré, es un colegio grande este, debe haber sido una iglesia antes, aunque está casi vació a esta hora…
- ¿Qué quiere? – interrumpió Casandra
- Ah si, disculpe, usted se quedó con uno de nuestros aparatos ayer

Casandra sintió un frío recorriéndole la espina ante esa afirmación. Muchas preguntas y miedos pasaron por su mente. ¿Quién era? ¿Cómo sabría? ¿Estaría bien confesar? ¿Qué peligros tendría en sus manos? ¿Qué hacer?

- No se acuerda, claro, esto va a ayudar- el hombre sacó otro control de su traje y apuntó hacia ella – disculpe- aclaró.

Casandra trató de huir, pero nuevamente sintió la fuerza que la convertía en una estatua, en un maniquí sólido en el pasillo. La voz del hombre tras ella le ordenó “recuerde lo sucedido ayer”. Repentinamente, sus ojos se abrieron levemente, un tanto más y sintió como una catarata de imágenes pasaban por su mente. Vivía de nuevo los eventos del jueves.

Entre las muchas imágenes y recuerdos que pasaron por su mente, recordó vividamente una escena. Había habido una mujer que vestía con el mismo traje que el sujeto que ahora estaba frente a ella, no la conocía, pero su rostro le resultaba familiar. Había entrado a su casa de sorpresa, aunque no había forzado la puerta. Recordó que le demostró que era ese control con la gente que pasaba por la calle, haciendo que saltaran en una pata o que cambiaran de dirección o que se besaran espontáneamente.

Se había divertido bastante ese día, y eventualmente la mujer decidió retirarse, pero antes de irse, le apuntó con el control y la programó para que lo ocultara en su mochila, olvidara lo que había ocurrido. Casandra recordó incluso haber hecho lugar en su mochila, sacando los resúmenes para sus compañeros, con tal de ocultar ahí el control. Luego recordó volver a la normalidad e incluso recordó no haber recordado nada.

El sujeto de traje oprimió de vuelta el botón de abajo y Casandra volvió a moverse.
- A la mierda…- alcanzó a decir
- Si, eso dicen todos. ¿Me puede dar el control?
- Seguro- dijo entregándoselo- ¿quien era ella?
- Una que se robó uno de nuestros aparatos, quería distraernos para que no la encontremos y creemos que por eso le dejó el control a usted. Disculpe las molestias.
- Bueno, pero ¿Quién era? – repitió Casandra, que seguía intrigada por la extraña familiaridad del rostro del sujeto.
- ¿No lo sabe? Mejor, algún día lo sabrá. De paso, le voy a mostrar que hace el botón superior que entiendo que aún no ha visto. De nuevo, disculpe las molestias.

Instantáneamente luego de que el sujeto apretara el botón, Casandra se encontró en su casa, en su cuarto, frente a sus propias cosas, frente a su propia mochila, con los resúmenes a un costado. Miró su reloj y corroboró que era jueves. Notó que dentro de su mochila no había nada más que su calculadora y sus cuadernos. Colocó dentro los resúmenes de una buena vez y a su lado encontró una pequeña nota que decía:

Perdón
Casandra

Hasta el día de hoy no está segura si última palabra era parte de la disculpa o quizás una firma, pero aún así, Casandra sigue esperando lo que le deparará el futuro.

4 comentarios:

Julia dijo...

Muy bueno ^^, igual la perversión es omnipresente veo ¬¬, igual lo digo con cariño

Lupe dijo...

Primo me gusta mucho, me gusta mucho todo el blog.. muy bueno lo que escibis, te felicito!

Violeta alma dijo...

está bueno, está buenoo
me gustaría leer más descripción sobre la parte en que le pasan "cataratas por los ojos" al recordar,me impresionó esa imagen
viole

Camila dijo...

que buen cuento, me gustó mucho el final =D

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(Contando desde las 18:14 del 3 de mayo de 2010...un poco tarde)