Este Blog está Cerrado

___________________________________

¡Atención!

Si es que alguien realmente lee ésto, deje por favor su comentario.

(Se que estás ahí, si no no podrías leer esto)
----------------------------------------------------------------------------------

jueves, 1 de abril de 2010

El Precio

Por favor no, no lo hagas, no sigas”, pensaba y pude ver como mi rostro se transformaba, reflejado en sus pupilas. Mi cara, firme y paralizada por el miedo de golpe se rompió, se enrojeció y mis ojos se humedecieron. Solo llegue a susurrar “No”. Entonces el ritmo de sus pasos se incremento hasta desaparecer. En dos rápidas e inesperadas pisadas hacia delante, estaba enfrente de mí, encima.

No hubo momento en el medio, simplemente dio esos pasos hacia delante y se fundió en mí. Unidos como un solo ser, podía sentir sus labios suaves apretando contra los míos, compartiendo la humedad de lengua a lengua, en un instante inmóvil y luego comenzaba el movimiento, involuntario, de tratar de masticar esa fruta y sentir el vacío del aire yendo de una boca a la otra. Mis ojos se cerraron, no recuerdo cuando, fue involuntario. Sus manos, ásperas de por si y con la arena y el polvo del ambiente se pasaban por mi cintura. Estaba hecho. Lo había hecho. Nada sería igual.


No fue una semana antes cuando llegamos al desierto. Cruzar las montañas fue un viaje importante, para no perder el ritmo, caminamos de noche, así que perdí la cuenta de los días que pasaron. Cuantos eran o cuales eran. No sabía si ya era otoño o seguíamos en verano. El clima no ayudaba. Del otro lado de las montañas, cerca del bosque, la selva, las plantas y el río ayudan a saber que estación es. Es el agua. En el desierto no hay agua, prácticamente no llueve porque las montañas se quedan con la lluvia, se la dan al río. Tan seco, no se sabe que temperatura hay, o que época es.

Fede encontró una cueva del otro lado. No era muy grande, pero podíamos esconder las armas y las provisiones. Nosotros tendríamos que subsistir en carpas. No sería un problema, ya no éramos muchos, ese sí era un problema. Desde el ataque al fuerte habíamos perdido a la mitad del batallón. Fue un ataque estratégico, pensaba Victor, porque no había una razón práctica para atacarnos en esa posición. Entonces supo que ellos sabían quienes éramos y que podíamos hacer. Yo no lo supe hasta el final.

Ordenó levantar campamento ese día y seguimos adelante. Algunos pensaban que nos íbamos a entregar. Éramos menos, tenía sentido. Pero no, Victor nunca se rendía. Otros pensaron que íbamos a volver hacia el comando central, la base principal, para reagruparnos. Pero no, Victor quería seguir adelante hasta el fuerte en la frontera.

Victor sabía que había algo importante en ese fuerte y nos insistió en seguir hasta ahí. Tratamos de convencerlo de que no era factible, que lo mejor era volver. Fede trató de decírselo claro y firme. Pero todos sabemos como es Victor, a la primera critica ya se vuelve un poco loco. Nosotros lo soportamos, decimos “Y bueno, es Victor, está loco, no importa”. No le damos importancia a todo lo que dice, solo lo que nos conviene y así sigue siendo nuestro líder. Es un buen líder, al fin y al cabo.

Al principio, naturalmente, no quisimos hacerle caso cuando dijo de seguir adelante. Nos reímos un poco algunos cuantos. No lo pudo soportar, entró en gritos contra todos. Traté yo misma de calmarlo y de convencerlo de que nos deje en paz, pero no pude. No lo quería escuchar, hay veces que no lo soporto. Entonces fue Fede a hablar con Victor, en privado. Me acuerdo que pensé, “ya está, si el va, todo va a estar bien”. Confiaba mucho en él. Pero no salió como esperaba.

Victor y él hablaron toda la noche al lado del lago. Nosotros, desde el claro, comiendo alrededor del fogón, podíamos escuchar los arranques de rabia de Victor de vez en cuando, pero no entendíamos lo que decían. Fue una gran sorpresa cuando bajaron los dos y no fue Victor, sino Fede mismo quien nos dijo que lo mejor era seguir adelante hasta a la frontera. Ahí no cabía duda. A nadie le gustaba la idea, pero si la decía Fede, debía ser por una buena razón.

No supe que fue exactamente lo que le dijo Victor, pero debía ser importante. Supe que otros le preguntaron, tanto a Fede como a Victor, qué era lo que habían hablado esa noche. No cruzaban más de unas pocas líneas antes de que sus rostros se llenaran de una sonrisa muda y siguieran su paso hacia delante. Más firme entonces, más convencidos, sin dudas. Por supuesto, hubo quienes siempre dudaron de Victor, aún cuando hubiera sido Fede el que concordó. Yo no era una de esas, pero María sí.

Debe ser por esas casualidades de la vida. No creo, creo que María busco y deseó tanto una razón para demostrar que Victor estaba equivocado que hasta estaba contenta cuando la encontró. No se por qué estaba tan contenta. Parecía que le importaba más tener razón a seguir viva o a ver el triunfo de la Revolución. Tarada.

Victor, al escuchar las noticias de María, parecía reducido a su infancia más triste. Parecía un niño al que su padre había castigado por romper un jarrón. “Los militares nos siguen”, dijo María. No tuvo que decir nada más, Victor pudo hacer solo todo el cálculo mental. Sabía los riesgos de marchar a la frontera, pero con su clásica arrogancia, pensó que no le tocarían a él. Sabía entonces que estábamos atrapados. Si los militares nos seguían no íbamos a escapar de ellos atravesando el desierto, sin lugar donde ocultarnos. Lo sabía, pero María se lo dijo de todos modos, solo para mortificarlo. Yo la miré mientras lo decía y le pedí que se callara. Tenía razón sus palabras, pero no estaban ayudando.

Creí, creíamos, apostábamos a que Victor iba a perder el juicio e iba a empezar a gritar y patalear como el loco desesperado que era. Pero no fue así. Se sumió en la culpa. Se quedó en el fondo de la cueva todo el día, en silencio. Si alguno se acercaba, el miraba perdidamente hacia el fondo, indiferente. Creíamos que trataba de llamar la atención, esperando que alguien lo consolara. Por eso no fuimos a consolarlo, no le teníamos ese respeto. Ya no.

Caída la noche Victor salió del fondo de la cueva. Nos llamó a mí, a Fede y a un par más. A María también pero no quiso ir, por supuesto. Después alguien le contó. Victor no cambió su expresión en ningún momento. Tendió una mesa y nos hizo sentarnos. Sirvió el humus ese asqueroso que teníamos como alimento básico y nos dio de cenar. Todos sabíamos que estaba por hacer o decir algo, pero no dijimos nada. Teníamos curiosidad de ver que tontería o locura haría esta vez, para luego burlarnos. “Me voy a entregar”.

Hubo una risa de fondo, leve. No fue en serio esa risa, fue solo para hacerlo enojar. Era divertido hacerlo enojar y el que rió sabía que rompiendo el ambiente lo lograría. A Victor no le importó y siguió hablando. “Si los enfrentamos vamos a perder, pero si les damos un general, para que le corten la lengua, lo degüellen y lo lleven a sus cuarteles como trofeo, van a dejar al escuadrón tranquilo. Ya a pasado antes” dijo.

No le dimos la importancia que quería que le diéramos, algunos hasta siguieron comiendo y pensábamos que era otra vez en que se estaba poniendo en víctima para reformar sus errores. Algún otro, que no hubiera hablado con María también habrá pensado que estaba exagerando. Los que hablamos con María sabíamos que estábamos al borde de la muerte.

De cualquier modo, Victor siguió describiendo como debía sacrificarse por el equipo. Escribió unas notas sobre lo que teníamos que hacer sin él y dijo que no las leyéramos hasta que él se fuera. En otra ocasión lo habríamos detenido, pero ya estábamos tan hartos de él que ni nos molestamos. “Si quiere matarse, que se mate”, pensábamos.

Entonces dijo que uno de nosotros tendría que entregarlo, por que de otro modo sería muy sospechoso. Ahí todo el mundo se detuvo. Estaba hablando en serio, no era otra de sus locuras. De verdad quería que alguien se arriesgara a hablar con los militares para matarlo, de verdad quería morir. En ese momento lo empezamos a escuchar con atención.

Y llegó el día. Recuerdo que durante la tarde había pensado que debía extrañar a Victor, pero no podía lograr extrañarlo. Lo intenté, pero nunca le tuve verdadero cariño o respeto. Estaba haciendo un trámite ese día, una misión más. Es más, estaba emocionada. Una vez terminada la misión, Fede iba a ser el líder. Victor aceptó de muy mala gana ese traspaso. Nunca se llevaron bien. Victor le tenía celos porque podía dirigir el grupo mejor de que él, que si era el líder. Y era verdad, todos queríamos más a Fede. Para María fue un doble alivio, no solo Victor iba a desaparecer, sino que iba a ser sucedido por alguien a quien él odiaba.

Caminé nerviosa, temerosa de que los militares se retractaran en cualquier momento. Fue una negociación dura, dejaron vivir a todos, sin preguntar donde estábamos, a cambio de Victor. Se ve que ellos no sabían el valor de ese hombre, ni nuestro poder. Tuve esa horrible sensación de estar a punto de lograr algo. Tan cerca y tan lejos. Y finalmente llegué.

El punto de encuentro en la montaña. Iluminados por el fuego y la luna llena. Victor me miró fingiendo cara de sorprendido. Es increíble que los militares le hayan creído esa cara. Creo que hasta estaba entusiasmado por saber que le iba a dar un beso, en la mejilla. No me quejé de eso. Me dijo “Y para que los milicos sepan quien soy, deciles que me vas a dar un beso, aunque sea en la mejilla”. En lugar de mandarlo a la mierda con cara de asco, pensé por un momento en que el pobre hombre iba a morir por nosotros y no me molestó.

Ya estaba todo hecho. Me acerqué sola al resto del grupo. Los militares esperaban detrás, ocultos. Solo tenía que acercarme a Victor y todo terminaría, estaríamos fuera de peligro, mejor. Su plan, fuera el que fuese, iba a realizarse de la mano del mejor líder de todos, Fede. Fede estaba ahí. Me miró con sus ojos fijos.

No lo hagas”, pensé “No sigas”. Supe lo que intentaba hacer desde el momento que dio el primer paso. Victor también lo supo y entonces puso una verdadera cara de sorprendido. No le dio la cabeza para entender semejante acto de humildad y no lo detuvo. Pero yo tampoco lo detuve. Me sentí egoísta al principio, por pensar que me dejé llevar por el deseo. Pero luego entendí que lo hice por que confiaba en Fede. No me gustaba la idea, pero si Fede la hacía, debía ser por una buena razón.

María cayó al suelo en un llanto terrible. Confundida y desesperada, convenció a los militares de que se estaban llevando a nuestro líder. Odió a Victor más que nunca esa noche, por que no entendió lo que pasó. Pero no puedo hacer nada.

Yo también lloré, sentí que mi corazón dejada de latir. Como una fuerza vacía y negra se expandía en su lugar por mi pecho. Pero al ver el rostro de Fede alejarse entre las sobras, sonriéndome, supe que no podía estar pasando algo malo.

Victor lloró cuando se lo llevaron, se arrodilló en el suelo. Puede que fuera la culpa que lo había azotado esa noche en la cueva que volvía por Fede. Pero creo que fue el amor, Victor nunca se sintió tan querido por alguien del batallón como ese día que Fede se sacrificó por él.

Cuando llegamos al fuerte en la frontera, semanas después, todo era diferente. Victor habló con el general un largo rato, tranquilo. Le comentó su plan y le entregó nuestras armas. El general salió de esa reunión con una expresión extraña en la cara, de aquellos que tratan de descifrar un rompecabezas. No le fue fácil entender como los disparates de Victor fueran tan inteligentes. Recuerdo que me dijo “es un loco, un genio loco”. Después de todo, fue un ataque estratégico. Fue una victoria estratégica que nos hizo triunfar.

Nadie tomó a Victor por loco otra vez. No volvió a tener esos arranques de gritos y pataleos para explicar sus ideas. Se había sensibilizado, era más líder que nunca. En cuanto empezó a ser mejor líder, nosotros empezamos a tratarlo mejor. Lo tratamos como un comandante preparado. Nunca habíamos hecho eso con él, salvo por Fede. Una vez le pregunté a Fede por qué trataba tan bien a Victor siendo tan loco y me contestó:

Es que ser loco es la cualidad más linda de un revolucionario

(En el 27º Aniversario del Pimer Ejemplar de la Revista Bola, dedico este cuento a la Comisión Bola. Colegas y ante todo, amigos)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Literatura no revolucionaria sino sobre revolución, comienza cuando la situación está a la mitad, pero no llega al clímax hasta el momento preciso. Aunque me hubiese gustado saber cómo Fede manejó la situación una vez capturado, es muy bueno.

Agus dijo...

Muy bueno Kreiman; como ya te dije, el raconto del principio es atrapante y le da un toque único. Por otro lado, el hecho de que esté narrado en primera persona me permitió, en mi caso particular, poder situarme mejor en el contexto de la historia, resultándome también curioso y destacable que un autor del género masculino haya sido capaz de ponerse -exitosamente- en el lugar de una mujer. También creo que el relato tiene las pausas suficientes y necesarias como para sentir que realmente hay una persona que te está contando una historia. Saludos, ni bien rinda las materias y tenga tiempo me pongo a leer todo el blog! :)

¿Llegaste hasta acá? ¿leiste? ¿te gustó? ¿no? Bueno, dejá un comentario.

Ahora contabilizamos el fracazo




Contador gratis


(Contando desde las 18:14 del 3 de mayo de 2010...un poco tarde)