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viernes, 19 de marzo de 2010

Verde Memoria

Puntero 5
Javier vio al ladrón desde el otro lado de la multitud. Estaba oscuro y la gente se movía, pero sabía que era él. La música sonaba fuerte y las luces se movían rápido. No tuvo tiempo para decirle a su compañero lo que iba a hacer. La imagen del ladrón se convirtió en el centro de sus sensaciones, como si todo alrededor se moviera más lentamente. Pero no era así, en cuanto se paró y se dispuso a alcanzarlo, la gente se topaba con él, impidiéndole el paso. Ignacio trató de decirle que parara, que no iba a poder, pero la música estaba muy fuerte. Ya Javier había recorrido la mitad del boliche y entonces fue cuando su objetivo lo notó.

Sentía como estaba a punto de concretar su misión, el disco se deslizaba suavemente desde sus dedos hacia su cómplice. Entonces escuchó un grito en el fondo, una voz de hombre, de joven adolescente gritaba un clásico “¡Perá un cacho!”. Miró sigilosamente a la pista y vio como el tumulto cambiaba de forma. No llegó a verlo a él, pero vio su sombra, vio a la gente siendo empujada en su dirección y supo qué era lo que tenía que hacer. Tomó la mochila y se levantó rápido.

Javier sintió como la desesperación palpitaba en el frente de su pecho. La horrible sensación de estar a pocos pasos de un objetivo y aún así, una fuerza le impedía alcanzarlo del todo. Pero ya estaba por llegar, ya casi podía verlo de vuelta. Entonces, inesperadamente, escuchó los primeros compases de esa canción “Se viene el estallido”. Decenas de jóvenes se amontonaron en el centro de la pista haciendo pogo sobre Javier, no tuvo fuerzas para gritar “No!” y aún así, no se escucharía. Esa canción no había salido al azar.

- Sabe que lo estamos buscando…
- ¿Lo llegaste a ver?
- Estaba sacándolo de la mochila
- ¿Viste si llegó a entregarlo?
- No, no vi. No creo Nacho…Ehm…si estuviera adentro el tipo no habría salido. ¡Aunque lo alcancemos adentro, ya está, no importaría porque ya lo entregó!
- ¡Bueno, no grites!, ¿estás seguro de que salió?

No alcanzó Javier a confesar que no estaba seguro hasta que lo vio en aquel colectivo, al pasar. Solo pudo suspirar “Ahí está” y comenzó a perseguirlo, pero le ganaron sus pulmones. Ya había hecho mucho esfuerzo en salir del pogo como para ganarle una carrera a un colectivo. No pasó la segunda cuadra. Por suerte, Ignacio si lo hizo.

Ignacio corrió a ese 39 cuadra tras cuadra por los recovecos del viejo Palermo. Esquivaba a la gente de par en par. Un árbol le rozó el brazo tan rápido que no llegó asentir el rasguño. Simplemente siguió corriendo mientras el colectivo se alejaba imparable. Los semáforos en rojo estaban demasiado lejos para alcanzarlos a tiempo, antes de que volvieran a avanzar. Solo podía pensar “Que pare de una vez, que me deje subir”. Finalmente vio su oportunidad: La plaza Italia. El colectivo rodearía toda la circular antes de llegar a la otra esquina, pero Nacho corrió por el otro lado, el camino más corto, pero tenía que correr. Habiendo llegado a la siguiente parada, pudo ver con alivio que el colectivo se acercaba hacia él. Pero dentro de éste, para su sorpresa, el sujeto se había bajado.

Puntero 1
Sebastián tocó el timbre. Todo estaba saliendo de acuerdo al plan. Javier e Ignacio se miraron sorprendidos por un momento, supusieron de inmediato lo peor, que se les había acabado el tiempo, luego supusieron lo más probable, que sea otra persona. Ignacio se asomó cuidadosamente por la ventana. Efectivamente eran Sebastián y Alejandra, habían llegado más temprano. Se había perdido una cantidad de tiempo importante. Debieron abandonar el trabajo que estaban haciendo, usarían solo lo que tenían a mano.

Ignacio bajó a recibirlos, trató de ocultar sus nervios por la misión que estaba por realizar. Ni su amigo ni mucho menos la novia de su amigo debían sospechar nada, por tanto, no debía hacer nada que pareciera sospechoso. Una vez en el departamento, los acomodó en el living, tapando con su cuerpo al sentare junto a su amigo varias pilas de CD que podían delatar su proyecto, pero lo que más podría delatarlo es que el propio dueño de la casa no estuviera. Fue entonces cuando apareció Javier. Si nadie decía nada, nadie sospecharía, pero entonces Sebastián preguntó:

- ¿Dónde estabas?
- Estaba en el Messenger, avisando que salíamos- dijo pensando en algo común y corriente, cotidiano para cualquiera de su edad y que lo excusara de estar en la computadora un sábado a la noche.
- ¿La tenés prendida? ¿Me puedo conectar? – preguntó Alejandra.

Pensaron tan rápido como pudieron, antes de quedar en evidencia, en un motivo para negarle, pero no pudieron. Sebastián empezó a cambiar de mueca, notando que se estaban trabando, formulando algo. No tuvieron otra opción:

- Si, seguro.
- Gracias.

Sebastián se quedó hablando con Javier mientras Ignacio se levantaba para ir al baño y prepararse. Su relación con Alejandra había progresado mucho en el último mes. Ya habían llegado a los más profundos rincones de la intimidad. Javier se despreocupó. Debieron dejar el tema cuando la susodicha regresó. Listo para irse, Javier dejó a la pareja juntos y fue a buscar a su cómplice. Ya estaba todo hecho, salieron para la fiesta.

Llegaron a la casa de Ana, la amiga de Alejandra, la anfitriona de la fiesta, la hermana del blanco. Los muchachos fueron debidamente guiados por la casa y presentados e integrados entre los invitados. Ignacio fue, luego de un corto rato, al baño. Dentro, lejos de hacer sus necesidades, comenzó la operación. Inició el reproductor para que imitara sus sonidos corporales. De deslizó sigilosamente hasta el cuarto del pequeño.

Revisó en primer lugar el escritorio, con cuidado de no ser oído. Un llavero, unas fotos, ningún pequeño librito. Encendió la computadora con cuidado, preparando el equipo para que no se oyera afuera. Hizo su trabajo, entró en cada carpeta, en cada cuenta, favorito, contraseña. Nada. Efectivamente no había ninguna copia de la novela, no estaba “Verde Memoria”.

Terminado ahí, se dispuso a revisar la biblioteca detrás de él, descartada antes por tener la computadora. Entre los varios libros útiles encontró sorprendido uno en bastante buen estado y un titulo bastante bueno, no puedo evitar reír un poco. Salió de ahí despreocupado, habiéndolo ojeado un poco. Se encontró con su cómplice en una esquina del living:

- Está seguro, acá no hay nada.
- ¿Cómo que no?, la mina dijo que el hermanito estaba leyendo un libro “Verde Memoria”. Eso ese, es el otro.
- No lo vas a creer, el pibe lee un coso de meditación que se llama “Ver de memoria”, ver, ¿entendés? Mirar de memoria.
- Ah, no- dijo Javier al borde de la risa y bastante aliviado.
- Ya se, es una locura, pero bueno, seguimos teniendo la última copia.

Debieron interrumpir la plática otra vez. Sebastián, ya un poco alcoholizado, apareció con su novia en sosteniéndolo del hombro desde el pasillo de al lado. Su preocupación sobre si los había escuchado o no terminó cuando la escucharon preguntar en su voz aguda y estridente “¿de que se ríen?” en un tono que revelaba fácilmente su cantidad de alcohol en la sangre. Javier respondió tranquilo: “Nacho se fue al baño y dejó olor”.

Después de la fiesta, los tórtolos tomaron caminos separados, una pequeña disputa por un acercamiento a Ana hizo a Alejandra tomar distancia. Los muchachos volvieron a la casa de Javier, sin saber lo que les esperaba. Ignacio notó de inmediato la ventana del cuarto abierta y las cosas desparramadas. Mientras él revisaba entre las cosas buscando alguna perdida de valor, Javier fue a revisar la computadora. Seguía prendida, con la cuenta de Alejandra abierta. El descuido de esta chica había sido la oportunidad perfecta. Si bien todos los archivos estaban intactos faltaba uno en particular, el mismo que Ignacio no podía encontrar. “Verde memoria” había sido robada. Todo iba de acuerdo al plan, algún plan.

Puntero 3
Juan recibió una llamada extraña ese día cuando volvió del taller. El identificador la marcaba como 11111111, un teléfono público, pero una voz del otro lado le hablaba sin ruido de fondo.

- Juan Laks, tengo un trabajo para usted.- dijo una gruesa voz de fondo
- ¿Y vos quien sos?
- Soy su futura clienta. Conozco bien sus habilidades y antecedentes.
- Yo no hago más eso- dijo Juan al saber a que se refería a sus antiguos delitos y pungas- soy un cerrajero.
- Puede ser, por eso necesito que abra una puerta, en principio la de su casa, ahora.
Juan se dirigió rápidamente a la entrada, con el corazón el la boca. Abrió la puerta lentamente y descubrió en el dintel un fajo de unos 300, dólares.
- ¿Qué es esto?
- Un adelanto.
- ¿Qué quiere?- respondió vigilando que nadie lo mirara y cerrando fuerte la puerta.
- Necesito que abra una caja fuerte y me entregue un disco que está adentro. Le voy a dejar las instrucciones luego, por ahora le digo que el monto total va a ser varias veces mayor que el que tiene en sus manos.
- ¿Sabe cuanto cobraba yo por esto en los ’90?- interrumpió- espero que sea bastante más.
- Será suficiente. Y con eso admito que ratifica mi oferta. Nos hablaremos pronto.
- Gracia’.

Sin duda fue una conversación extraña. Juan no estaba del todo sorprendido con la charla en si. Lo que le resultó extraño es que, a los ojos del Banco Ciudad, los dólares eran de verdad.

Puntero 2
Ese lunes, Sebastián vio que Alejandra esta conectada. Su relación enfrentaba su primer dilema desde la noche del sábado, en la fiesta. Trató de convencerla de que fue Ana la que se le insinuó en primer lugar y no al revés, pero no quería entender. Para iniciar conversación y tratar de captar su atención le contó la tragedia de sus amigos. Quizás los estaba exponiendo demasiado, después de todo le habían dicho que era un tanto secreto, pero tenía que asegurarse de que ella le hablara.

- Se le metió un tipo a Javo la noche de la fiesta- dijo.
- Dicen que les dio vuelta la casa, que revolvió todo- continuó cuando no le contestaba.
- Parece que se metieron en la compu, que parece que la habían dejado prendida los muy boludos- Alejandra continuaba sin responder.
- Pero no les sacaron nada, se llevaron unos discos de música y un proyecto de la facultad, de ellos. – seguía hablando solo.
- Suerte que Nacho tenía copia.
- ¡Que mala leche!- contestó, ya interesada –Pero bueno, suerte que tiene una copia.
- Si, el muy obsesivo la guarda en caja de seguridad.
- Que loco.

Hablaron un poco del tema por un momento y luego no volvió a tocarlo, pero no le hizo falta. Eso fue solo un anzuelo para él, ya había captado su atención. Esa charla de Messenger había sido leída con motivos ocultos, en secreto. Pero eso no importaba, ya había el tórtolo captado su atención.

Puntero 4
Sebastián hizo un rápido repaso a su relación en los últimos meses. Antes de la primera pelea hubo una gran suerte de auge inicial, pero ahora estaba en franco declive. Alejandra decía que necesitaba tiempo, espacio, pasaba más tiempo con sus amigas. En su curiosidad y su anhelo, Sebastián quiso saber un poco más sobre estas amigas. Y Alejandra le contó de Mara, una joven escritora.

Ignacio y Javier, preocupados por su amigo, preguntaron por el estado de su relación. Todo lo que Seba pudo decir es lo que Alejandra le contó, de Mara. Los amigos quedaron impresionados con el proyecto de la tal Mara, los personajes, los escenarios y la trama les recordaban mucho a una historia en particular, una que creían haber encontrado solo ellos. Una historia que podía valer millones y que Mara había titulado, “Viva Memoria”.

El interés de Javier y de Ignacio por esta joven autora los llevó a contactarse con Alejandra, una chica a la que nunca habían tenido mucho cariño. Ignacio le explicó sus motivos con un liso y llano: “Quiero hacerle gancho a Javo con una que le guste” y ambos conocían el gusto de Javier por la literatura. Ignacio consiguió el celular y la descripción física de la muchacha.

Era destacable el conocimiento de estos muchachos en las ramas de la tecnología. Pudieron acceder, con ese número, a una conversación que tuvo con su proveedor. Ella no resultó ser la ladrona de la copia, pero poseía obviamente la original. Un pungista retirado les había sacado aquella y se la vendería en un boliche concurrido, ese viernes a la noche, por un precio mucho menor al que esa obra valía.

Puntero 7
Entró a su casa al final de la noche. En el pasillo todavía estaban las cosas de la fiesta del sábado. Le resultó curioso que hubiera dejado eso luego de haber sacado las fotos falsas de su estudio, pero era natural, después de todo, no había salido de ahí la última semana. Había estado preparando el siguiente golpe. Después de ver a ambos corriendo tras el colectivo, sabía que nunca iban a desconfiar de ella.

Pensó en buscar las ofertas por el manuscrito en los foros, para ver si habían superado ya el 6º millón, lo cual no sería una sorpresa. La más grande ya alcanzaba los US$ 7.000.000 para el ejemplar perdido de “Verde Memoria” de Augusto Suárez. Dio click en aceptar la oferta, ya le alcanzaba con eso, Ana solo pedía 500.000 por su ayuda.

Observó que la desfragmentación del primer disco estaba casi completa. Por fin podría tener el manuscrito a la vista, por fin podría venderla, por fin podría apagar la computadora. Se sacó la peluca, que aún llevaba puesta. Debajo su cuero cabelludo estaba bastante sudado y decidió tomarse una merecida ducha.

Puntero 6
- ¡Doña, tengo disco! – dijo Juan al bajarse del 39- ¡me estaban corriendo y..!
- Cayese, ese disco ya no me importa – Contestó.
- …¿Cómo que no le importa?...- dijo Juan sorprendido.
- Fue muy riesgoso para mi lo de hoy, no vale la pena.
- Mire que yo se lo puedo vender a otro.
- Lo dudo. Adiós.
Terminada la charla, Juan siguió su camino. El plan seguía su curso, mejor de lo que esperaba.

Puntero 8
Javier abrió la puerta con su copia de la llave. Avanzaron cautelosos, como habían hecho antes. Entró por solo un momento ya que notó que la ducha estaba abierta. Solo alcanzó a ver la pantalla de la computadora.

- Che, esta mina es, no se hace – dijo Javier – le dio aceptar al virus.
- Boludo, era obvio que lo iba a hacer- aclaró Sebastián – Es decir, me pagó con plata posta. No tenía dos dedos de frente para darme dólares truchos.
- ¿’Perá, tenés la guita acá?- preguntó Ignacio.
- Si, le cambié el bolso en el boliche cuando no me veía. Cuando se sentó y me cambió el disco ni se dio cuenta.
- Che, que tarada- se rió Javier – este operativo fue una pavada al final.
- Y, yo terminé cogiendo con la mina, imaginate. – contestó Sebastian, en risas
- No sean boludos, ¿Para que fuimos si ya tenemos la guita? – Señaló Ignacio.
- Pasa que la última vez me dejaste el Ipod en el baño, forro.
- Ah, vos sos el más nabo, ¿por eso vinimos?
- Y no, más es esta mina. Loco, - añadió Javier - ¿Quién puede ser tan forro de pensar que un CD se desfragmenta y que tarda tanto?
- La misma que se creyó lo del cerrajero pungista, ni yo me creo mi acento de provincia- comentó Sebastián.
- Che forro, ¿me decís por qué mierda no estabas en el 39? – Grito Ignacio.
- Chabón, te dije que nos encontrábamos en Plaza Italia, al pedo seguiste de largo.

Entre risas y burlas los muchachos festejaron su último botín. Se aseguraron de que los dólares eran verdaderos y recordaron tener que pagarle al DJ del boliche por la música.
Pero entre billetes Javier vio un pequeño papel blanco que solo tenía escrito:

“Quien ríe al ultimo, ríe mejor”

1 comentario:

Lupe dijo...

ja ja muy bueno, aunque no se qué significa "puntero", nos vemosss!

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(Contando desde las 18:14 del 3 de mayo de 2010...un poco tarde)