Casandra, como tantos otros seres humanos, tenía un trabajo estable. Al menos hasta esa mañana. Reducción de personal y ajuste presupuestario fueron los sinónimos que le dieron para su despido. Siendo ese el caso, se dispuso a la oficina del Seguro de Desempleos, en el propio edificio donde trabajaba.
Preguntó a la secretaria del piso donde quedaba tal oficina. La indicó ir por el pasillo, al fondo a la derecha. Extrañamente, esas indicaciones suelen indicar un baño, pero Casandra siguió de todos modos. Sorprendentemente. Al final del pasillo había tres puertas. Dos a la izquierda, una a la derecha, ninguna con indicaciones. Casandra pensó que habría sido más factible confundir izquierda con derecha que otra cosa, por lo que entró a la puerta a su derecha.
- Buenos días, mi nombre es Kris Kugel…
- Perdón, me equivoqué de cuarto.
- No, estás en el cuarto correcto Casandra.
Casandra entendió, frente a que la llamaran por su nombre, ni siquiera por su apellido, lo que estaba pasando. Ya le había pasado, ya casi estaba acostumbrada. Ya había pasado lo de Eli poco tiempo atrás. Esta vez, antes de demostrar que tenía razón, trataría de averiguar porqué ocurría tal cosa
- ¿Quien es usted?
- Ya le dije, Kris Kugel, puede decirme Kugel, nadie me dice Kris y usted tampoco.
- ¿Por qué estoy acá?
- Fue despedida, el Seguro de Desempleo viene con más que indemnización. Trae clases de inserción al mercado laboral.
- Que buen servicio
- No tiene idea. Pero para que funcione, tengo que estar seguro de su nivel educativo, remitámonos a geometría.
Detrás de Kugel apareció una gran pantalla. Casandra notó que estaba claramente tecleando tras su escritorio. De inmediato la pantalla mostró solo un fondo blanco, marcado levemente por una cuadrícula casi invisible. Sobre esta y en el centro, un solitario punto negro, pequeño respecto a la pantalla, pero la pantalla era ya bastante grande.
- ¿que es esto? – Preguntó Kugel retóricamente
- Y…creo que es un punto – dijo Casandra irónicamente - también podría ser un partido de Fútbol, ¿no?
- En efecto – continuó Kugel. La imagen cambió, dando un salto como cuando cambia una diapositiva. Apareció entonces un círculo, igualmente centrado. – ¿y Esto?
- Un circulo
- ¿Y este? – Dijo cambiando una vez más la imagen.
- Un círculo, más grande.
- Perfecto, ¿y si yo te muestro esto? – Kugel tecleó tras su escritorio y culminó con un golpe brusco. Luego, en silencio, apareció una secuencia, un punto que crecía hasta volverse el último circulo que le había mostrado. En un
loop infinito, luego se achicaba hasta volver al punto.
- Es el círculo agrandándose y achicándose.
- Claro, es siempre el mismo círculo, ¿no?
- Bueno, no – dijo Casandra mientras la animación se repetía indefinidamente – Yo
se que no es así, que eso es lo que entiendo al ver eso. En realidad son varias imágenes de círculos de distintos tamaños ordenadas para que creen la ilusión de que aumenta y disminuye de tamaño un mismo círculo. Eso lo sé.
- Por supuesto que lo sabés, sos muy inteligente. Pero este no es un círculo.
Casandra se mostró extrañada ante la afirmación de Kugel. Kugel sonreía mientras ella demostraba su confusión. De inmediato se compuso, sabía que eso no era más que un gato encerrado y que pronto se lo explicaría, no podría ser algo más complicado que eso.
La animación se detuvo en el círculo más grande. De pronto, la cuadrícula gris, casi invisible, comenzó a girar sobre si misma. Giró hacia la izquierda sobre su eje central, que resultó ser en realidad otra cuadrícula que la atravesaba. El círculo no había variado en tamaño, pero Casandra creía entender lo que había pasado. Entonces, volvió la animación. Esta vez, el círculo solo se movía de izquierda a derecha sin dejar de tocar el eje medio de la cuadrícula.
- Ah claro, es una esfera. – dijo Casandra comprendiendo. – Claro. No era un círculo que crecía. Era una esfera moviéndose para delante y para atrás.
- Pero desde te punto de vista no era más que un círculo creciendo y achicándose – remitió Kugel. Tecleó un poco y la esfera contó con sombras y texturas, evidenciando que era, en efecto, una esfera. - ¿Qué es una esfera respecto a un círculo?
- ¿Un dios? – cuestionó Casandra creyendo que era una pregunta metafórica, propia de alguna otra de sus aventuras.
- N…no- contestó Kugel extrañado – está una dimensión más arriba. Cuando un objeto de tres dimensiones atraviesa un espacio de dos dimensiones se manifiesta en las partes bidimensionales que lo componen. En cristiano, una esfera atravesando un plano se ve como varios círculos.
- Cristiano, claro. ¿eso significa que un objeto se manifiesta en la cantidad de dimensiones del universo en que esté?
- Vas un paso adelante, esto te va a ser fácil entonces. ¿Podés imaginar un cubo de 4 dimensiones?
- No.
- ¿Por qué?
- Porque vivo en éste universo de 3 dimensiones.
- Claro, tres dimensiones. Un se levanta cada día, mira por la ventana y ve 3 dimensiones en todos lados. También ve, posiblemente por esa misma ventana, que el Sol sale y se pone. Decime Casandra, ¿el Sol se mueve?
- No, la Tierra se mueve alrededor del Sol, aunque…
- ¿Y el círculo crecía? – interrumpió Kugel.
- No, pero no se que tiene que ver.
La imagen de la esfera, antes de detenerse, desapareció. La pantalla parecía apagada y con ella se había ido la luz de todo el lugar. Casandra calló. Instante siguiente apareció la foto del joven rostro de un bebé.
- ¿Qué es esto?
- Una beba. Se nota porque tiene aros.
- Si claro, ¿linda no?
- No se, todos los bebes son iguales.
- Que tierna. – Kugel dio un toque a su teclado y la imagen empezó a cambiar. La cara de la infanta comenzó lentamente a cambiar. De manera muy gradual, se notaba como iba madurando el rostro y pasaba lentamente de edad.- ¿Qué pasa con la imagen?
- La chica está creciendo – dijo Casandra indistinta. Entonces, entendió. La reacción fue creciendo, primero abrió grande los ojos y sus cejas tocaron su flequillo despeinado, luego su boca se abrió dejando entrar el asombro - ¡No!
- ¡Si!, ¡exacto!, ¡bingo! – gritaba Kugel - ¿lo digo yo o le querés decir vos?
- Ehhh, no está creciendo…está…está…ehm…
- Bueno, lo digo yo. Como habrás notado, es lo mismo que el punto. Parecía que un punto crecía en un círculo grande, y en realidad era una esfera, siempre una misma esfera, moviéndose por un plano. Esto es lo mismo. Estás viendo un objeto
cuatridimensional (tetradimensional) atravesar un espacio tridimensional.
- …Manifestándose como las facetas tridimensionales que lo componen.
- Si Casandra, precisamente. Eso es la vida. El tiempo es la manifestación del movimiento de nosotros, seres de cuatro dimensiones, a través del espacio. El tiempo…es vida.
Casandra quedó impresionada ante la demostración. Como habiendo presenciado un truco de magia. Sabía que no era más que un razonamiento, cerca de un silogismo cualquiera. Pero pudo sentir algo más en esa conclusión, mientras veía pasar las imágenes de esa niña. Sentía una alegría de haber entendido eso, de saberlo. Sintió la virtud de su conocimiento. Se sintió poderosa, más grande y más fuerte. Creyó conocer a la niña mostrada, se parecía mucho a una amiga de su niñez, aunque no recordaba a cual.
- Veo que entendiste, no me sorprende, sos inteligente. No vas a tardar en entender esto entonces. Imaginá, ¿Qué pasaría si yo cortara una parte del cuerpo de cuatro dimensiones?
- Sería como sacar una parte del tiempo.
- Exacto. Pero ese tiempo es en realidad la expresión de una vida.
- Entonces sería sacarle una parte de tiempo a una vida.
- Es más que eso, es sacarle una parte de si a una persona. Del mismo modo que ocupan un lugar en el espacio, ocupan un “
lugar” en el tiempo.
- Entonces ¿como?, ¿Qué es sacar tiempo es como sacarle un pedazo de carne a alguien?
- En efecto – contestó Kugel con seriedad – Es una parte de alguien, yo diría más valiosa que cualquier pedazo de carne. Si bien nadie, o algunos pocos son capaces de vender una libra de su carne, todos vendemos varias horas de nuestro tiempo.
- ¿a quien?
- A tus jefes, a tus patrones. ¿Trabajás 8 horas?, estás vendiendo 1/3 de tu ser tetradimensional.
Casandra calló un momento frente a esa conclusión. Pensó penosamente en que estaba allí justamente por haber pasado meses vendiéndose, vendiendo su vida a una empresa. Esa frase que recorría su conciencia le sonaba a prostitución, por lo que se sintió violada y sucia ante esa conclusión. Buscó refugio en una salida, en un vació a esa lógica, un indefinido.
- ¿Y la gente que no tiene jefe?
- Es lo mismo. Ponele que fuera un vendedor de panes calientes, si es que aún existen. Si los prepara él mismo tiene que comprar los materiales en algún lado. Para eso, le da a su proveedor pequeños pedacitos de tiempo llamados “
dinero”. ¿de donde los sacó? De los hambrientos clientes que ya habían vendido su tiempo a otros.
- ¿Hay alguien libre de eso?
- Si, pero son pocos. Son los que no le venden su tiempo a nadie. Viven de comprar el tiempo de los demás, lo compran más barato de lo que vale. Eso es en esencia el dinero. Es comúnmente creído que el valor del dinero sale de los bienes que se consiguen con él. Es una gran mentira, el dinero tiene valor porque representa una fracción de la vida de alguien. Es poderoso porque vale por el único poder del mundo.
- ¿La vida?
- Nunca lo dudes – dijo Kugel con mucha ímpetu – Nunca. El universo existe, y nosotros somos eso. Universo pensante, universo que se entiende a si mismo. Nuestra vida es valiosa y poderosa. No lo dudes ni lo olvides.
Kugel, dicho esto. Calló y la luz que lo iluminaba cesó. Había desaparecido. Casandra, entonces, comprendió que la demostración había terminado. Un reflector le indicó la puerta por donde había entrado, le indicaba que tenía que irse.
Llegada a la puerta notó que la secuencia de la niña seguía mostrándose en la pantalla. Aún no podía reconocer a cual de sus amigas de la infancia se parecía. O más bien, se había parecido, ya que la secuencia ya mostraba un rostro adolescente. Conciente de que no valdría la pena intentar reconocerla, salió y cerró la puerta.
Afuera, de nuevo en el pasillo comenzó a pensar que también reconocía ese rostro adolescente de algún lado. Y entonces una idea poderosa cruzó su mente. Miró por el ojo de la cerradura, la secuencia aún corría. Se veía ya un rostro casi adulto, aún joven y Casandra ya sabía quien era. Era ella, obviamente era ella. No era una foto que hubiera visto, pero era ella.
Se reconoció en los ojos, en la boca, en la nariz, aunque no así en el peinado que no recordaba haber tenido nunca. Desesperada trató de abrir la puerta, pero ya estaba cerrada. Miró por la cerradura de nuevo, pero la luz ya se había ido, la imagen no se veía.
Casandra atónica se separó de la puerta y se apoyó en la pared. Deslizó su cuerpo esta el suelo y se sentó. Lentamente acercó sus manos a su cabeza. Solo necesitaba saber, comprobar. Tocó con sus dedos índice y pulgar el lóbulo de cada oreja. No había agujeros, nunca había habido agujeros allí.